"...mejor, pues, que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época." J. Lacan.

Extravíos de la feminidad

Cuando Freud escribió "Tres ensayos para una teoría sexual" revolucionó el concepto de sujeto y estableció la forma en que los hombres y las mujeres se inscriben en lo vivo como seres sexuados. La sexualidad infantil incide en la vida de los adultos dejando para siempre un resto sin solucionar.

Al establecer la diferencia radical entre la pulsión y el amor, reordenó el saber filosófico de todos los tiempo respecto a este ultimo concepto. Al respecto, una cosa es el acto de amor y otra, hablar de amor que no es más que el uso del significante. "Te amo" no es una frase, no transmite un sentido, es una holofrase y se aferra a una situación límite de la que el sujeto está suspendido, pues en el campo amoroso no hay acting-out, ninguna pulsión, tal vez incluso ningún placer, nada más que signos, una actividad desprovista de habla....Más allá de pasar por los desfiladeros del significante, el amor se inscribe en el inconsciente del sujeto y se destituye por el uso y abuso que lo pulsional ejerce sobre el fantasma del partenaire, por eso la aparición de un nuevo objeto, pues los objetos son intercambiables, se refiere siempre a los avatares pulsionales de un sujeto cualquiera y a la dificultad de hacerse cargo del otro del amor como alteridad y de la propia deriva pulsional.

Desde que Freud teorizó de las pulsiones y sus destinos, el autoerotismo precisa del otro, la oralidad no es indiferente al objeto, la analidad está en el registro del don y lo fálico está en todas partes, en su afirmación y en su negación, en la concepción de la actividad y en la pasividad y en las cargas de objeto –más intensas en las mujeres—y en las retracciones libidinales al yo –más frecuentes en la posición masculina--. Por eso en relación a lo fálico las mujeres tenemos ahí un doble problema: cambio de objeto y cambio de zona erógena. Distintas salidas del Edipo, dice Freud y distintas soluciones a nuestro encuentro con el goce, con el placer, con el dolor y por supuesto con el amor.

Para las mujeres el encuentro amoroso si no se juega sólo en el campo de lo imaginario, toca la privación y la falta, y por eso, las mujeres no disocian entre el amor y el deseo cuando el amor se inscribe en la falta en ser y su reconocimiento. Por eso, la desaparición del objeto amado es el retorno terrorífico del estrago materno y es vivido como ser "dejada caer", con la vivencia de ser un desecho. Cuando el ser amado parece retirarse de todo contacto, aún cuando esa indiferencia enigmática no sea dirigida contra el sujeto amoroso ni se pronuncie en provecho de otro, es vivida, citando a San Juan de la Cruz, como que el otro es ganado por la noche. Es en este contexto que Freud puede decir que "rechazar los celos es transgredir una ley" pues la posición de creer que se puede dejar de ser el síntoma de un hombre reordena los anclajes fantasmaticos, produciendo en las distintas estructuras distintas respuestas psíquicas. La melancolía expondrá la falta, la histeria expondrá su división, la neurosis obsesiva dará cuenta de cómo el pensamiento inscribe lo imaginario en lo simbólico. La fobia, pertrechará lo fálico tras la pantalla de lo imaginario y la psicosis vivirá ese encuentro con lo real de la no relación sexual pero bajo la forma de un amor muerto, incapaz de evitar ese plus consecuencia de la forclusión de lo simbólico.

Del lado hombre, amar le permite una cierta renuncia al narcisismo del yo o a la alienación identificante del Edipo y dejar de ser amado es un retorno a cierta libido yoica y podríamos evocar aquí que la mujer, o lo consustancial al ser femenino es comportarse en cuanto partenaire, en este contexto, como la Gradiva, figura de la que ama sin saberlo. Ella, para escapar suavemente, entra en el delirio del hombre poco a poco, consiente en representar el papel de la que ama, en no destruir enseguida la ilusión y en no despertar bruscamente al soñador, en aproximar insensiblemente el mito y la realidad mediante lo cual la experiencia amorosa asume, hasta cierto punto, una potencia curativa de aquel que se inscribe en posición masculina en las formulas de la sexuación. La posición fálica y su caída, produce sus efectos y el fantasma enuncia que nadie mejor que el neurótico para jugar a ser perverso. Y en la coyuntura, actuará como un tramposo, pues el perverso, anclado en la madre, aún con la angustia, decide no abonar su "libra de carne".

En este sentido podríamos decir que la posición femenina está más cerca de lo que el psicoanálisis postula. El psicoanálisis busca la libido y no la mitad faltante. El deseo lo es de carecer de lo que se tiene y dar lo que no se tiene: cuestión de suplemento, no de complemento.

Son sobre estas cuestiones sobre las que Freud se interroga, pues, preocupado por lo que las mujeres analistas sustraían en su discurso respecto a la feminidad, fue articulando una teoría sobre los destinos del Edipo en aquellos sujetos que se inscriben del lado femenino de la sexualidad. Ellas, las mujeres analistas, no respondían o respondían una por una desde sus fantasmas y eso nunca complació a Freud que escuchaba a las mujeres desde siempre, en virtud de ese deseo inédito que es su deseo de saber y que nos ha trasmitido de muchas maneras. Desde sus propias formaciones del inconsciente (El sueño de la inyección de Irma) hasta los textos sobre la feminidad y la vida erótica, pasando por sus casos clínicos (Dora, la joven homosexual, Isabel de R, etc.).

Pero no sólo eso, Freud rindiendo homenaje a sus primeras histéricas pudo plantearse y plantear el origen sexual de la neurosis y como el síntoma y el fantasma articulan la vida afectiva de los humanos, anclándose en el inconsciente y en la falta en ser. ¿Como leer hoy "Duelo y melancolía" o "Introducción al Narcisismo", pero sobretodo como leer ese texto que abrocha la teoría freudiana sobre la cuestión que es "Inhibición, síntoma y angustia"?. ¿Cómo leer "El malestar en la cultura" donde el amor y la identificación nos dan las coordenadas de la dificultad de todo lazo social y familiar?. ¿Cómo abordar los extravíos de la feminidad en un mundo donde los referentes han cambiado respecto a la época de Freud, pero que conservan intactas sus características clínicas, si no se olvida la enseñanza de Lacan respecto al amor y a la sexualidad humana?. ¿Podríamos decir que las mujeres modernas se inscriben del lado hombre?. Lo dudo, esa no es la experiencia que la clínica revela.

Aún cuando La mujer no existe, por un hecho de estructura de discurso, las mujeres actuales, no-todas ellas, viven las mismas vicisitudes respecto a las soluciones subjetivas que las mujeres de siempre, el síntoma no ha cambiado, ha cambiado, quizás la envoltura formal del mismo, pero la enseñanza de Freud es actual. La triangulación histérica, la disociación obsesiva, el amor muerto en la psicosis, el partenaire real en la perversión, son figuras que se pasean hoy por las televisiones en un alarde de desafío al efecto de la palabra sobre el cuerpo del sujeto que no dice más que la declinación del nombre del padre en la sociedad actual tiene sus efectos. Y esto, nos lleva de nuevo al Nombre del Padre, piedra vital de la teoría analítica, operador estructural del fuera de tiempo del neurótico, pero también de la resolución del contratiempo subjetivo al final del análisis, cuando un sujeto puede ya sostener su palabra y asumir su decisión subjetiva. Mientras, en las jugadas intermedias opera el padre gozador de todas las mujeres, el padre muerto, el padre de la horda primitiva, el padre demasiado bueno, el padre de la histérica....

En definitiva, el padre como operador estructural es el que da cuenta de que el neurótico goza de la falta en gozar en le es consustancial, deteniendo su deseo en virtud de la alienación al deseo del Otro. Y en el caso de la perversión, versión del padre, a fin de cuentas, el sujeto reniega de su saber inconsciente sobre la castración y en consecuencia en el mismo acto y en el mismo instante de decidir sobre su posición subjetiva, anuncia ya que su deseo está determinado por una negación. Mientras, el psicótico, lejos de ese déficit que preconiza la psiquiatría oficial, se las entenderá con ese más de goce, por el que paga desconocer los determinantes simbólicos del significante que articulan el síntoma.

Del lado hombre, toda imposibilidad es soslayada, la impotencia toma las formas de la canallada, un narcisismo cínico preconiza su declive, pues el discurso capitalista con sus operadores propios recicla el malestar consustancial al ser de lenguaje. Y la mujer y la consideración personal y social de la mujer es importante una vez más en el contexto y también sus extravíos, si consideramos que ella es por definición uno de los Nombres del Padre.

Autor: Pilar Dasí - 02/11/2003